Continuado mi búsqueda del tesoro, me he tropezado con las limitaciones.
Sí, salí en busca de una verja y después de observar a mi alrededor, de ver como las verjas desfilan a lo largo de los espacios limitándolos, definiéndolos, enmarcándolos... empecé a pensar en los límites y limitaciones del ser humano.
De pequeños, carecemos de límites, somos seres omnipotentes que se sienten capaces del todo. Poco a poco, buscamos los límites en los otros, midiendo nuestra fuerza con la de los adultos y demás niños. Vamos definiéndonos como personas, adquirendo limites mentales que ayudan a nuestra transformación en adultos. Sin esos límites, nuestro pensamiento sería incapaz de discernir la realidad.
Pero, a medida que crecemos, nuestros límites, que tanto nos han ayudado cuando eramos niños, se transforman a veces, en limitaciones.
Es nuestra mente, la que nos engaña, nos compara con los otros, al igual que hacia cuando eramos pequeños y nos dice: no, no puedes hacer esto. A veces nos inculca ideas absurdas: no seas ridícula. Otras, intentando ser más benevolente, afirma: ni lo sueñes.
Así, poco a poco, nos limita y nos encierra en nuestros propios límites. Pero, toda verja que limita un espacio, tiene una fisura, una puerta, una vía por donde poder entrar y salir.
Si somos capaces de encontrar la fisura de la verja mental que impone nuestras limitaciones, descubriremos que podemos soñar y como soñadores, seremos capaces de romper nuestras limitaciones y ampliar nuestros propios límites.