sábado, 23 de febrero de 2013

Atrapada en su pasado.


Desde la ausencia de su ser más querido, su vida poco a poco, había ido deteriorándose. La desdiría y la monotonía la tenían atrapada en un mundo sin color. Solo había algo que le hacía feliz, algo que le recordaba su pasado y los largos paseos que daba junto al que durante mucho tiempo fue el gran amor de su vida. 

No obstante, su vida, ya no era la de antaño y daba igual hacia donde mirara. Hacía mucho tiempo que había dejado de buscar aquello que otros llamaban "la felicidad". Estaba atrapada en la monotonía, en la repetición de sus días grises...


 ... una noche de invierno, de esas que el frío casi puede cortarte la respiración. Se asomó a su ventana. Miró hacia la lejanía y algo dentro de su ser empezó a vibrar de nuevo. Sintió un leve cosquilleo que salía de sus entrañas. De repente, una oleada de calor invadió todo su cuerpo y se sintió con fuerzas. Su corazón palpitaba de nuevo, rítmica y acompasadamente. 

Fue entonces, cuando se atrevió a mirar más allá de lo que nunca se había atrevido a explorar.

 

Hasta ese momento, cada día se asomaba a su ventana y solo veía los porticones que le quitaban la visibilidad. Daba igual si era de día o de noche, ellos estaban allí, siempre presentes en su eterna ausencia. Pero, esa noche era distinto. El cielo se había tornado en un azul vibrante y la ausencia de nubes, mostraban con nitidez su gran inmensidad. A lo lejos, las luces de los edificios se confundían con las brillantes estrellas. 

Una lágrima rodó por su mejilla y justo en ese momento,  lo tuvo claro, si quería que el color volviese de nuevo a llenar su vida, debía empezar a escalar con firmeza, el muro que la mantenía aislada en su propia soledad.

  

El ascenso le llevó casi todo el día. Con el tiempo, el muro se había ido elevando y tras la muerte de su amado, era casi tan alto como la montaña más escarpada que se alza sobre el mar. 

Nuevamente, su corazón estalló en mil sensaciones, al alcanzar la tan ansiada cima ya al atardecer. Era increíble, esa luz tan peculiar, llena naranjas intensos, que se mezclaban con el amarillo solar y el rojo del ocaso, aceleraba las pulsaciones en su interior. Si nuevamente, estaba emocionada. 

De repente, su vista se nubló, sintió el vértigo en sus entrañas y cayó rodando hacia el otro lado, el del mundo del color.

 

Le costó un tiempo recuperar la visión y acostumbrarse a esa luz tan diferente, a ese mundo lleno de sensaciones y emociones...pero, desde ahí, desde casi a ras del suelo, descubrió una huella y supo, cual iba a ser su camino a partir de ese nuevo amanecer.

Volvía a sentir de nuevo y su vida se había transformado por completo, tomando una nueva perspectiva por la cual transitar. Daba igual el pasado, ya había llorado lo suficiente. Ahora se tenia a si misma y se aferraba al nuevo presente.


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